Si,
habéis leído correctamente, este artículo habla de la lactancia paterna.
¿Nunca
os habéis preguntado por qué los hombres tienen pezones? Aparentemente no
sirven para nada y la selección natural debería haberlos hecho desaparecer hace
mucho tiempo. Es fácil pensar que los hombres ya sólo presentan residuos
inservibles de los órganos de la lactancia. Y esto ocurre así en otros mamíferos,
como ratas y ratones macho, cuyo tejido mamario nunca forma conductos o pezón,
pero en otros muchos mamíferos, como cabras, perros y primates, la glándula sí
forma conductos y hay pezón tanto en machos como en hembras. Ello es así por
una larga historia evolutiva de lactancia de los mamíferos y nuestro patrón de
desarrollo embrionario. Según este patrón, si nada interviniese, todos los
individuos seríamos hembras.
El
cromosoma Y contiene genes que determinan el desarrollo de los testículos. En
la quinta semana siguiente a la fertilización, los embriones de ambos sexos
desarrollan una gónada que se puede convertir tanto en testículo como en
ovario. Sólo si está presente
un cromosoma Y, se cambia la tendencia de la gónada a transformarse en ovario.
El embrión está dotado de otras estructuras bipotenciales. Son las secreciones
producidas por los testículos las que canalizan a estas otras estructuras hacía
su desarrollo como órganos masculinos, mientras que la carencia de secreciones
testiculares las canalizan hacía la construcción de órganos femeninos. Además,
muchas características sexuales secundarias, como el desarrollo y la
funcionalidad de los pechos, dependen de genes que pueden mutar y dar lugar a
machos con alguna característica femenina, como la de producir leche.
Pero
aún sin presentar estas mutaciones, muchos mamíferos macho, incluyendo algunos
hombres, presentan desarrollo de los pechos y pueden amamantar cuando se les
proporcionan las hormonas necesarias. La producción de leche se halla
especialmente bajo el control de la hormona prolactina, que se produce en ambos
sexos. Normalmente, sólo las hembras que acaban de dar a luz tienen la
suficiente cantidad de prolactina para llegar a producir leche. Pero hay muchas
situaciones en las que un macho puede adquirir la suficiente cantidad de
prolactina para ello. Por ejemplo, los recién nacidos de ambos sexos pueden
producir un poco de leche (llamada de bruja) por el efecto de las hormonas
femeninas de la madre circulantes en su sangre. La inyección directa de las
hormonas estrógeno o progesterona (liberadas normalmente durante el embarazo)
desencadena el crecimiento de las ubres en cabras y vacas vírgenes, y también
en bueyes, cabras macho y cobayas macho. Hombres y mujeres pacientes de cáncer
que estaban siendo tratados con estrógeno comenzaron a producir leche cuando se
les inyectó prolactina. Otras veces, los machos producen leche por los efectos
secundarios de algunos fármacos o de intervenciones quirúrgicas, por tumores en
la glándula hipófisis, que regula la producción de hormonas, en los que aumenta
la cantidad de prolactina, o por desequilibrios hormonales en la pubertad o la
vejez. También el estrés y la desnutrición pueden hacer que un macho acabe
dando leche: se documentaron muchos casos de prisioneros de la 2ª Guerra
Mundial que dieron algo de leche cuando empezaron a recuperarse.
Pero
la producción de leche
en un macho (y en una hembra) puede conseguirse con un procedimiento más fácil:
la simple estimulación mecánica repetida de los pezones, lo que incrementa la
secreción de prolactina. La producción de leche no es un resultado infrecuente
de la autoestimulación de los pezones en chicos adolescentes. Se estima que si
un hombre utiliza un sacaleches como mínimo 20 minutos al día en cada pecho
durante dos semanas, es posible que produzca leche. La leche masculina
producida bajo condiciones no patológicas es, salvo algunas leves diferencias,
igual en composición y concentración de nutrientes a la femenina, aunque
lógicamente es producida en bastante menor cantidad que en las hembras. Se han
reportado algunos casos de hombres que, tras la enfermedad o muerte de la
madre, han amamantado a bebés con éxito. Un ejemplo reciente es el de
Wijeratne, un hombre viudo de Sri Lanka que ofreció el pecho a su hija, desesperado
porque no conseguía alimentarla con leche artificial.
Todos
estos hechos sugieren que habría sido fácil que la lactancia masculina hubiera
evolucionado de forma generalizada; quizá sólo habría requerido unas pocas
mutaciones que generaran una liberación de hormonas incrementada o una
eliminación de hormonas disminuida. Para entender por qué no ha sucedido esto,
necesitamos usar un razonamiento evolutivo. Los intereses genéticos del macho
están mejor servidos en la mayoría de los casos mediante la persecución de
otras hembras que fertilizar que cuidando de sus hijos. Un macho que portara
una mutación para amamantar a sus crías (o para cuidar de ellas de cualquier
otra forma) sería rápidamente dejado en la cuneta por los otros machos que se escaquearían de la lactancia y
resultarían capaces de ser padres de más prole. La cuestión de la producción de
leche masculina sólo es pertinente para el 10 % de las especies de mamíferos en
las cuales el cuidado parental masculino es necesario. Esta minoría de especies
incluye leones, lobos, gibones, titís y humanos. En estas especies los cuidados
de los machos se manifiestan en formas distintas a la lactancia.
Los
mamíferos tienen una larga historia de compromiso evolutivo con su solución al
problema de qué hacer con un óvulo fertilizado internamente. La solución
mamífera comienza con el embarazo, un obligado período de desarrollo
embrionario dentro de la madre que dura mucho más que en otros grupos animales.
Ese gran compromiso inicial por parte de la hembra de mamífero le hace
imposible eludir el compromiso posterior y ha conducido a la evolución de la
producción femenina de leche.
Sin
embargo, podemos predecir sobre bases teóricas las condiciones que favorecerían
la evolución de la lactancia masculina normal. Estas condiciones incluyen: una
camada de crías que constituyen una gran carga para alimentarlas; parejas
monógamas hembra-macho; alta confianza de los machos en su paternidad; y
preparación hormonal de los padres para una eventual producción de leche
mientras su pareja está todavía embarazada. La especie de mamífero que mejor
cumple estas condiciones es la humana. La cría de los lactantes requiere mucho
esfuerzo y tiempo por parte de la madre y solemos formar parejas monógamas y
unidas por lazos afectivos fuertes. Una pequeña ayuda externa puede hacer de la
lactancia masculina humana una experiencia generalizada y muy gratificante y
útil tanto para padres como para bebés y madres con problemas para amamantar.
Puede que se establezca un nuevo tipo de vínculo, apenas conocido en la
historia humana, entre los hombres y sus hijos.
Incluso
algunos diseñadores ya han contado con los papás lactantes y han diseñado
camisas para la lactancia.
El
próximo día os hablaré cómo podemos inducir la lactancia aunque no seáis madres
biológicas y cómo también lo pueden hacer los papás.
Fuente: Mundo Biología
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