domingo, 27 de abril de 2014

Lactancia paterna: ¿Por qué no está extendida?


Si, habéis leído correctamente, este artículo habla de la lactancia paterna.
¿Nunca os habéis preguntado por qué los hombres tienen pezones? Aparentemente no sirven para nada y la selección natural debería haberlos hecho desaparecer hace mucho tiempo. Es fácil pensar que los hombres ya sólo presentan residuos inservibles de los órganos de la lactancia. Y esto ocurre así en otros mamíferos, como ratas y ratones macho, cuyo tejido mamario nunca forma conductos o pezón, pero en otros muchos mamíferos, como cabras, perros y primates, la glándula sí forma conductos y hay pezón tanto en machos como en hembras. Ello es así por una larga historia evolutiva de lactancia de los mamíferos y nuestro patrón de desarrollo embrionario. Según este patrón, si nada interviniese, todos los individuos seríamos hembras.
El cromosoma Y contiene genes que determinan el desarrollo de los testículos. En la quinta semana siguiente a la fertilización, los embriones de ambos sexos desarrollan una gónada que se puede convertir tanto en testículo como en ovario. Sólo si está presente un cromosoma Y, se cambia la tendencia de la gónada a transformarse en ovario. El embrión está dotado de otras estructuras bipotenciales. Son las secreciones producidas por los testículos las que canalizan a estas otras estructuras hacía su desarrollo como órganos masculinos, mientras que la carencia de secreciones testiculares las canalizan hacía la construcción de órganos femeninos. Además, muchas características sexuales secundarias, como el desarrollo y la funcionalidad de los pechos, dependen de genes que pueden mutar y dar lugar a machos con alguna característica femenina, como la de producir leche.

Pero aún sin presentar estas mutaciones, muchos mamíferos macho, incluyendo algunos hombres, presentan desarrollo de los pechos y pueden amamantar cuando se les proporcionan las hormonas necesarias. La producción de leche se halla especialmente bajo el control de la hormona prolactina, que se produce en ambos sexos. Normalmente, sólo las hembras que acaban de dar a luz tienen la suficiente cantidad de prolactina para llegar a producir leche. Pero hay muchas situaciones en las que un macho puede adquirir la suficiente cantidad de prolactina para ello. Por ejemplo, los recién nacidos de ambos sexos pueden producir un poco de leche (llamada de bruja) por el efecto de las hormonas femeninas de la madre circulantes en su sangre. La inyección directa de las hormonas estrógeno o progesterona (liberadas normalmente durante el embarazo) desencadena el crecimiento de las ubres en cabras y vacas vírgenes, y también en bueyes, cabras macho y cobayas macho. Hombres y mujeres pacientes de cáncer que estaban siendo tratados con estrógeno comenzaron a producir leche cuando se les inyectó prolactina. Otras veces, los machos producen leche por los efectos secundarios de algunos fármacos o de intervenciones quirúrgicas, por tumores en la glándula hipófisis, que regula la producción de hormonas, en los que aumenta la cantidad de prolactina, o por desequilibrios hormonales en la pubertad o la vejez. También el estrés y la desnutrición pueden hacer que un macho acabe dando leche: se documentaron muchos casos de prisioneros de la 2ª Guerra Mundial que dieron algo de leche cuando empezaron a recuperarse.
Pero la producción de leche en un macho (y en una hembra) puede conseguirse con un procedimiento más fácil: la simple estimulación mecánica repetida de los pezones, lo que incrementa la secreción de prolactina. La producción de leche no es un resultado infrecuente de la autoestimulación de los pezones en chicos adolescentes. Se estima que si un hombre utiliza un sacaleches como mínimo 20 minutos al día en cada pecho durante dos semanas, es posible que produzca leche. La leche masculina producida bajo condiciones no patológicas es, salvo algunas leves diferencias, igual en composición y concentración de nutrientes a la femenina, aunque lógicamente es producida en bastante menor cantidad que en las hembras. Se han reportado algunos casos de hombres que, tras la enfermedad o muerte de la madre, han amamantado a bebés con éxito. Un ejemplo reciente es el de Wijeratne, un hombre viudo de Sri Lanka que ofreció el pecho a su hija, desesperado porque no conseguía alimentarla con leche artificial.

Todos estos hechos sugieren que habría sido fácil que la lactancia masculina hubiera evolucionado de forma generalizada; quizá sólo habría requerido unas pocas mutaciones que generaran una liberación de hormonas incrementada o una eliminación de hormonas disminuida. Para entender por qué no ha sucedido esto, necesitamos usar un razonamiento evolutivo. Los intereses genéticos del macho están mejor servidos en la mayoría de los casos mediante la persecución de otras hembras que fertilizar que cuidando de sus hijos. Un macho que portara una mutación para amamantar a sus crías (o para cuidar de ellas de cualquier otra forma) sería rápidamente dejado en la cuneta por los otros machos  que se escaquearían de la lactancia y resultarían capaces de ser padres de más prole. La cuestión de la producción de leche masculina sólo es pertinente para el 10 % de las especies de mamíferos en las cuales el cuidado parental masculino es necesario. Esta minoría de especies incluye leones, lobos, gibones, titís y humanos. En estas especies los cuidados de los machos se manifiestan en formas distintas a la lactancia.
Los mamíferos tienen una larga historia de compromiso evolutivo con su solución al problema de qué hacer con un óvulo fertilizado internamente. La solución mamífera comienza con el embarazo, un obligado período de desarrollo embrionario dentro de la madre que dura mucho más que en otros grupos animales. Ese gran compromiso inicial por parte de la hembra de mamífero le hace imposible eludir el compromiso posterior y ha conducido a la evolución de la producción femenina de leche.
Sin embargo, podemos predecir sobre bases teóricas las condiciones que favorecerían la evolución de la lactancia masculina normal. Estas condiciones incluyen: una camada de crías que constituyen una gran carga para alimentarlas; parejas monógamas hembra-macho; alta confianza de los machos en su paternidad; y preparación hormonal de los padres para una eventual producción de leche mientras su pareja está todavía embarazada. La especie de mamífero que mejor cumple estas condiciones es la humana. La cría de los lactantes requiere mucho esfuerzo y tiempo por parte de la madre y solemos formar parejas monógamas y unidas por lazos afectivos fuertes. Una pequeña ayuda externa puede hacer de la lactancia masculina humana una experiencia generalizada y muy gratificante y útil tanto para padres como para bebés y madres con problemas para amamantar. Puede que se establezca un nuevo tipo de vínculo, apenas conocido en la historia humana, entre los hombres y sus hijos.
Incluso algunos diseñadores ya han contado con los papás lactantes y han diseñado camisas para la lactancia.


El próximo día os hablaré cómo podemos inducir la lactancia aunque no seáis madres biológicas y cómo también lo pueden hacer los papás.






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