lunes, 9 de febrero de 2015

El cordón umbilical, ¿cuándo se debe cortar?



No se sabe a ciencia cierta cuando se debe cortar el cordón umbilical. La OMS recomienda el pinzamiento  tardío o el no pinzamiento, ya que fisiológicamente, el cordón acaba colapsando solo e impidiendo el retorno de sangre hacia la placenta.
Pero lo que sí sabemos es que el cordón sigue aportando oxígeno al bebé incluso después de  nacer si éste sigue latiendo.  Esto es un seguro de vida para el bebé hasta que empiece a respirar por sí mismo, ya que su falta podría ocasionar daños cerebrales. Además, la sangre del cordón es rica en nutrientes y proporciona una reserva de hierro al bebé que le previene de la anemia, un problema bastante habitual entre los bebés,  que se reduce si se espera a que el cordón deje de latir. 
Lo más recomendable es dejar que el cordón deje de latir antes de cortarlo.  Cuando el cordón deja de latir, se queda blanco. Pueden pasar 5, 10 o 30 minutos. Y normalmente, hasta que no ha dejado de latir, no se desprende la placenta.
Sólo se ha descrito un caso en el que podría ser peligroso no cortar el cordón, recibiendo el bebé más sangre de la que debiera. Esto es en el parto en el agua, si el agua está a más de 37,5 º y la placenta, el cordón y el bebé están debajo del agua. Se puede dar vasodilatación. Pero sólo hay un artículo, no se ha hecho investigación al respecto.

El bebé A tuvo un corte prematuro del cordón, el bebé B tuvo un corte tardío. 
Pide que esperen para cortar, tu bebé te lo agradecerá.
Pero si quieres donar la sangre de cordón de tu bebé no puedes esperar. Aquí puedes encontrar información.
Para más información:

miércoles, 7 de enero de 2015

Las crisis de Lactancia

Durante la lactancia se dan situaciones en que se produce un desajuste entre la oferta y la demanda de leche como, por ejemplo, en los brotes de crecimiento. Casi todos los bebés las tienen a la misma edad aproximadamente y eso nos facilita estar preparadas cuando llegan.
No siempre coinciden exactamente con las fechas indicadas, pero suele haber pocas variaciones de un bebé a otro.
Muchas veces nos referimos a ellas como crisis de lactancia, pero realmente son situaciones totalmente normales dentro de la lactancia en las que la producción se ajusta a la demanda. Aunque el desconocimiento de estas “crisis” puede llevar a abandonar la lactancia o, al menos, ponerla en riesgo, apareciendo la famosa frase: “No tengo leche”.
La primera de las crisis no tarda en aparecer, alrededor de los 15-20 días, los bebés requieren el pecho día y noche de manera ininterrumpida, apenas lo sueltan, no dejan descansar a su madre y ellos apenas descansan. Los pechos se quedan blandos.
El bebé necesita aumentar la oferta de manera exponencial y la única forma que tiene de hacerlo es pedir pecho continuamente. Incluso llega a regurgitar leche y sigue pidiendo. No hay que ofrecer suplementos o chupetes ya que estaríamos interfiriendo en la producción de leche. En unos días, la producción se estabiliza y todo vuelve a la normalidad.
Si el niño ha recuperado el peso del nacimiento (en circunstancias normales, lo recuperan antes de cumplir los 15 días de vida) y la lactancia “ha funcionado” hasta ese momento, no hay de qué preocuparse, aunque sea agotador.
La segunda crisis de lactancia suele aparecer entre la semana 6-7. Los bebés empiezan a mamar lloriqueando, tiran del pezón, se arquean y tensan mientras maman y piden el pecho otra vez constantemente.
Al parecer, en este momento también se produce un cambio en la composición de la leche, cuyo sabor varía significativamente y de forma transitoria. La leche tiene un sabor más salado, y a algunos niños no les gusta el cambio.
En unos días, la producción de leche se vuelve a normalizar.
Y llegó la crisis de los 3 meses.  Durante esta crisis se producen muchos abandonos prematuros de la lactancia, ya que afecta a la madre y al bebé y no comprenden qué está pasando.
  • Llora y protesta durante unos minutos al inicio de la toma
  • El bebé ha aprendido a mamar muy rápido y termina la toma en dos o tres minutos.
  • La madre ofrece más el pecho o incluso el pecho contrario pero el bebé rechaza mamar.
  • El bebé se distrae con nada y prefiere ver el mundo a mamar: se suelta del pecho para ver quién entra por la puerta, para mirar el cuadro que hay detrás de la madre,…
  • Cuando está tranquilo mama y sonríe a su madre.
  • La madre siente el pecho blando y cree que no tiene leche.
  • El bebé sólo mama con tranquilidad durante las siestas o durante la noche donde hace tomas largas y plácidas.

Como consecuencia de todo esto, la crisis de los 3 meses en el momento en el que se suele empezar a suplementar con leche artificial y se va abandonando la lactancia materna.  La madre siente que no tiene leche suficiente y se angustia por la sensación de rechazo por parte del bebé, pero se puede superar si se tiene conocimiento de lo que está ocurriendo.
Los bebés ya son capaces de mamar de manera muy eficaz, con lo que en unos minutos pueden extraer toda la leche que necesitan. Además, se producen grandes cambios en su cerebro, su vista y oído se desarrollan vertiginosamente, con lo que cualquier cosa puede distraerle en el momento de la toma.
Por otro lado, nada más empezar la toma, el bebé empieza a llorar desesperado. Esto hace que la madre piense que no tiene leche. Pero realmente lo que ocurre es que el pecho ya no produce leche las 24 horas, si no que el cuerpo de la madre modifica el sistema de producción. Ahora la glándula mamaria está preparada para producir leche en el momento que el bebé la requiera. Tarda unos dos minutos en producirse esta “subida” de la leche. Y por eso el bebé llora al principio, ya que tiene que esperar un poco hasta que llega la leche.
Pero esto no quiere decir que no se produzca suficiente leche, la madre tiene capacidad suficiente para producir toda la leche que el bebé necesita.

A partir de aquí pueden aparecer nuevas situaciones de “crisis” pero realmente no están relacionadas con la lactancia, si no con etapas madurativas del bebé, en las que,  por diferentes motivos reclama más el pecho. El pecho para el bebé no sólo es fuente de alimento, también lo es de consuelo, como puede ocurrir a los 8-9 meses, etapa en la que el bebé va siendo consciente de su individualidad (ya no se considera parte de su madre).